Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
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Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Nací … tanto tiempo ha, que lo he olvidado ya. Sólo recuerdo mi infancia, en el castillo de mi estricto abuelo, arropada en los brazos de mi madre y bajo el calor de mi ama de cría. Una infancia de misas, rosarios, adoración de imágenes, altares.
Delante de mi abuelo jamás se mentó a mi padre. Una vez quise preguntar por él siendo apenas una tierna niña, y me costó el castigo de 3 días encerrada en un viejo pozo, sin comida y rodeada de inmundas ratas… Nunca más pregunté…
Mi madre era una hermosa joven. Con el cabello negro como el ala de un cuervo y los ojos verdes como la hierba al amanecer. Hermosa y triste. Nunca entendí bien tan profunda y desesperada tristeza como la que veía en sus ojos. Sólo que su única alegría era yo. A menudo, acariciaba mi pelo y un lágrima le surcaba el rostro.
Su salud fue consumiéndose día a día. Y, siendo aún muy niña, un dia murió. Quedé sola con mi ama y mi abuelo, el cruel defensor de la fe de los cristianos.
Un día llegaron noticias de guerra, ¡el reino estaba siendo atacado por crueles bárbaros! Las tropas de mi abuelo se aprestaron a la defensa… sin éxito. Fueron barridos y la capital tomada.
Mi abuelo murió luchando. Yo ví como caía a manos de un enorme y salvaje bárbaro de ojos negros y rojos cabellos. Yo no amaba a tan cruel ascendiente, pero mi sangre de niña hirvió, y escapando de los brazos del ama, cargué contra el salvaje. Él quedó un momento sorprendido con su espada en alto. Después me apartó y me mantuvo quieta mientras miraba mis ojos… mi rostro. De repente... su espada cayó al suelo y se arrodilló frente a mí. Me miró largamente, y mientras veía asomar una lágrima a sus ojos, me abrazó. Yo no entendía nada. El salvaje lloraba apoyado en mi hombro. Mi ama se acercó a nosotros y él levantó la mirada hacia ella.
-¿Por qué ella no me lo dijo?-
-Porque sabía que harías lo que has hecho… devastar el reino para llevártelas.- contestó mi ama. ¿Conocía al salvaje? ¿Quién tenía que decirle a él y qué?
El salvaje dió orden de finalizar el ataque. Miró un momento a mi ama.
-Me la llevo conmigo. Si quieres venir con ella, puedes hacerlo. Apréstate a partir y prepara ligero equipaje para las dos.-
El ama asintió, me tomó de la mano y me llevó a nuestras habitaciones, preparó un hato para cada una con lo más indispensable y volvió junto al salvaje. Éste mandó traer un caballo para las dos al que fuimos subidas. Se inició la marcha… y yo aún no entendía nada…
Paramos al anochecer en un claro del bosque, cerca de un lago. Los bárbaros rápidamente levantaron tiendas y encendieron el fuego. El ama y yo nos refugiamos en una de ellas. Nos trajeron comida y bebida, pero mi hambre era de otro tipo. Mis ojos no dejaban de mirar al ama, ansiosos de respuestas.
-Ama…-
Ella me miró triste, y por un momento vi la vieja tristeza de mi madre en sus ojos. Se sentó a mi lado.
-Tu madre era muy joven. Le gustaba andar a caballo. Tu abuelo no veía nada de malo en ello y nunca se lo prohibió. En una de sus salidas a caballo se alejó más de la cuenta, se perdió en el bosque y encontró un grupo de cazadores. -Suspiró hondamente-- Uno de ellos era el hombre que has conocido hoy. Un salvaje, un bárbaro… pero nada más cruzar sus miradas, el salvaje dejó de serlo, y la orgullosa noble cristiana también dejó su orgullo…
Se amaron en secreto en estos bosques, pues tu madre sabía que tu abuelo jamás permitiría su matrimonio con un infiel. Sólo yo sabía de sus amores. O eso creíamos. Un día tu abuelo lo descubrió, siguió a tu madre, y cuando se encontraron, él y sus hombres les apresaron. El bárbaro fue llevado a las mazmorras y tu madre encerrada en el castillo. El joven bárbaro fue azotado y castigado durante semanas, pero con cada azote sólo el nombre de tu madre salía de sus labios.
Tu madre descubrió entonces que estaba encinta y tu abuelo horrorizado pensó en matar a ambos. Afortunadamente sus consejeros le hicieron ver el parricidio que iba a cometer y que le llevaría al infierno. Pensó entonces en matar a tu padre. Pero temió que su familia viniera a vengarle y que se descubriera el oprobio caído sobre su hija. Obligó a ésta, bajo amenazas de muerte sobre su hijo no-nato, a escribir una carta en la que se despedía del amante para casarse con un noble y liberó a tu padre. Éste, tras leer la misiva, con el cuerpo torturado y el alma rota, desapareció del reino y nunca se oyó más de él… aunque a mí en el mercado se me acercaban jóvenes extranjeros preguntando por la salud de la bella hija del señor. Jóvenes de inconfundible estirpe bárbara... Tu abuelo fingió ante el mundo que tu madre se había casado con un joven muerto en las cruzadas, y jamás permitió que nadie os viera, ni a nadie vierais… El resto… lo conoces ya…-
Cuando el ama terminó su historia, ambas llorábamos. Después nos fuimos a acostar, aunque yo fui incapaz de dormir. Me levanté en medio de la noche oscura y descalza y cubierta con una manta, salí de nuestra tienda. En mitad del campamento ardía un fuego. Frente a él, el salvaje, mi padre, lloraba en silencio… Me acerqué con sigilo y me senté a su lado. Miré su rostro, sus cabellos… y recordé las caricias de mi madre sobre mi pelo y su mirada triste. Elevé mis manos como hacía con ella, y las puse sobre sus mejillas, barriendo con mis dedos la humedad del rostro.
Él me miró un momento.
-¿Has hablado con tu ama?- Asentí -Me alegro, a mí no se me da bien hablar y contar historias.
A partir de hoy vivirás en el bosque, con los míos. Aprenderás a ganarte el sustento. Cazando, cultivando. Aprenderás a pelear. Conocerás los espíritus del bosque. Los espíritus de los que fueron y no son. Cuando seas una mujer, volveremos a tu reino y lo reconstruiremos para ti. Pero no antes de que aprendas a vivir…-
Recosté mi cabeza en su hombro y ambos nos quedamos mirando la lumbre.
Y todo cuánto él me dijo se cumplió. Aprendí a reconocer las hierbas del bosque, a saber cuál era la mejor hora para ir de caza. A vivir en el bosque con un odre de agua. A fabricar fuego. Pasé una noche en el silencio del bosque para escuchar las voces de los que ya no son y me comuniqué con el espíritu de los árboles, del agua, de la tierra, el aire y el fuego. Peleé en batallas. Gané y perdí. Y un día… volví al reino de mis antepasados nobles y lo reclamé.
Y mi vida hubiera seguido plácida, sencilla. Pero un día le conocí a ÉL. Y el mundo ya no fue lo mismo.
Hubiera debido tener miedo. Pero no lo tuve. Hubiera debido huir. Pero no lo hice. Su voz me prendió. Sus ojos me llenaron. Y le amé. Y saber que me amaba me hizo temblar de felicidad. Y le di mi vida.
Un día desató la bestia y su boca se llevó parte de la sangre de mis venas, mis recuerdos, parte de mi alma. Me sentí morir y a la vez, el éxtasis fue tan brutal, que cuando el retrajo a la bestia, casi sentí volver la vida con dolor.
Le amaba tanto que una sola mirada de ira en sus ojos me hacía desfallecer. Sus silencios me dolían en el alma.
Y el Trémere decidió que no podía vivir sin mí y me dio su sangre. Abrió sus venas y la dejó correr por mi boca, sellándome a él eternamente y pidiéndome que jamás le abandonara.
Y ambos viajamos a la tierra de los que ya no son y renacimos, unidos y amándonos para la eternidad.
Delante de mi abuelo jamás se mentó a mi padre. Una vez quise preguntar por él siendo apenas una tierna niña, y me costó el castigo de 3 días encerrada en un viejo pozo, sin comida y rodeada de inmundas ratas… Nunca más pregunté…
Mi madre era una hermosa joven. Con el cabello negro como el ala de un cuervo y los ojos verdes como la hierba al amanecer. Hermosa y triste. Nunca entendí bien tan profunda y desesperada tristeza como la que veía en sus ojos. Sólo que su única alegría era yo. A menudo, acariciaba mi pelo y un lágrima le surcaba el rostro.
Su salud fue consumiéndose día a día. Y, siendo aún muy niña, un dia murió. Quedé sola con mi ama y mi abuelo, el cruel defensor de la fe de los cristianos.
Un día llegaron noticias de guerra, ¡el reino estaba siendo atacado por crueles bárbaros! Las tropas de mi abuelo se aprestaron a la defensa… sin éxito. Fueron barridos y la capital tomada.
Mi abuelo murió luchando. Yo ví como caía a manos de un enorme y salvaje bárbaro de ojos negros y rojos cabellos. Yo no amaba a tan cruel ascendiente, pero mi sangre de niña hirvió, y escapando de los brazos del ama, cargué contra el salvaje. Él quedó un momento sorprendido con su espada en alto. Después me apartó y me mantuvo quieta mientras miraba mis ojos… mi rostro. De repente... su espada cayó al suelo y se arrodilló frente a mí. Me miró largamente, y mientras veía asomar una lágrima a sus ojos, me abrazó. Yo no entendía nada. El salvaje lloraba apoyado en mi hombro. Mi ama se acercó a nosotros y él levantó la mirada hacia ella.
-¿Por qué ella no me lo dijo?-
-Porque sabía que harías lo que has hecho… devastar el reino para llevártelas.- contestó mi ama. ¿Conocía al salvaje? ¿Quién tenía que decirle a él y qué?
El salvaje dió orden de finalizar el ataque. Miró un momento a mi ama.
-Me la llevo conmigo. Si quieres venir con ella, puedes hacerlo. Apréstate a partir y prepara ligero equipaje para las dos.-
El ama asintió, me tomó de la mano y me llevó a nuestras habitaciones, preparó un hato para cada una con lo más indispensable y volvió junto al salvaje. Éste mandó traer un caballo para las dos al que fuimos subidas. Se inició la marcha… y yo aún no entendía nada…
Paramos al anochecer en un claro del bosque, cerca de un lago. Los bárbaros rápidamente levantaron tiendas y encendieron el fuego. El ama y yo nos refugiamos en una de ellas. Nos trajeron comida y bebida, pero mi hambre era de otro tipo. Mis ojos no dejaban de mirar al ama, ansiosos de respuestas.
-Ama…-
Ella me miró triste, y por un momento vi la vieja tristeza de mi madre en sus ojos. Se sentó a mi lado.
-Tu madre era muy joven. Le gustaba andar a caballo. Tu abuelo no veía nada de malo en ello y nunca se lo prohibió. En una de sus salidas a caballo se alejó más de la cuenta, se perdió en el bosque y encontró un grupo de cazadores. -Suspiró hondamente-- Uno de ellos era el hombre que has conocido hoy. Un salvaje, un bárbaro… pero nada más cruzar sus miradas, el salvaje dejó de serlo, y la orgullosa noble cristiana también dejó su orgullo…
Se amaron en secreto en estos bosques, pues tu madre sabía que tu abuelo jamás permitiría su matrimonio con un infiel. Sólo yo sabía de sus amores. O eso creíamos. Un día tu abuelo lo descubrió, siguió a tu madre, y cuando se encontraron, él y sus hombres les apresaron. El bárbaro fue llevado a las mazmorras y tu madre encerrada en el castillo. El joven bárbaro fue azotado y castigado durante semanas, pero con cada azote sólo el nombre de tu madre salía de sus labios.
Tu madre descubrió entonces que estaba encinta y tu abuelo horrorizado pensó en matar a ambos. Afortunadamente sus consejeros le hicieron ver el parricidio que iba a cometer y que le llevaría al infierno. Pensó entonces en matar a tu padre. Pero temió que su familia viniera a vengarle y que se descubriera el oprobio caído sobre su hija. Obligó a ésta, bajo amenazas de muerte sobre su hijo no-nato, a escribir una carta en la que se despedía del amante para casarse con un noble y liberó a tu padre. Éste, tras leer la misiva, con el cuerpo torturado y el alma rota, desapareció del reino y nunca se oyó más de él… aunque a mí en el mercado se me acercaban jóvenes extranjeros preguntando por la salud de la bella hija del señor. Jóvenes de inconfundible estirpe bárbara... Tu abuelo fingió ante el mundo que tu madre se había casado con un joven muerto en las cruzadas, y jamás permitió que nadie os viera, ni a nadie vierais… El resto… lo conoces ya…-
Cuando el ama terminó su historia, ambas llorábamos. Después nos fuimos a acostar, aunque yo fui incapaz de dormir. Me levanté en medio de la noche oscura y descalza y cubierta con una manta, salí de nuestra tienda. En mitad del campamento ardía un fuego. Frente a él, el salvaje, mi padre, lloraba en silencio… Me acerqué con sigilo y me senté a su lado. Miré su rostro, sus cabellos… y recordé las caricias de mi madre sobre mi pelo y su mirada triste. Elevé mis manos como hacía con ella, y las puse sobre sus mejillas, barriendo con mis dedos la humedad del rostro.
Él me miró un momento.
-¿Has hablado con tu ama?- Asentí -Me alegro, a mí no se me da bien hablar y contar historias.
A partir de hoy vivirás en el bosque, con los míos. Aprenderás a ganarte el sustento. Cazando, cultivando. Aprenderás a pelear. Conocerás los espíritus del bosque. Los espíritus de los que fueron y no son. Cuando seas una mujer, volveremos a tu reino y lo reconstruiremos para ti. Pero no antes de que aprendas a vivir…-
Recosté mi cabeza en su hombro y ambos nos quedamos mirando la lumbre.
Y todo cuánto él me dijo se cumplió. Aprendí a reconocer las hierbas del bosque, a saber cuál era la mejor hora para ir de caza. A vivir en el bosque con un odre de agua. A fabricar fuego. Pasé una noche en el silencio del bosque para escuchar las voces de los que ya no son y me comuniqué con el espíritu de los árboles, del agua, de la tierra, el aire y el fuego. Peleé en batallas. Gané y perdí. Y un día… volví al reino de mis antepasados nobles y lo reclamé.
Y mi vida hubiera seguido plácida, sencilla. Pero un día le conocí a ÉL. Y el mundo ya no fue lo mismo.
Hubiera debido tener miedo. Pero no lo tuve. Hubiera debido huir. Pero no lo hice. Su voz me prendió. Sus ojos me llenaron. Y le amé. Y saber que me amaba me hizo temblar de felicidad. Y le di mi vida.
Un día desató la bestia y su boca se llevó parte de la sangre de mis venas, mis recuerdos, parte de mi alma. Me sentí morir y a la vez, el éxtasis fue tan brutal, que cuando el retrajo a la bestia, casi sentí volver la vida con dolor.
Le amaba tanto que una sola mirada de ira en sus ojos me hacía desfallecer. Sus silencios me dolían en el alma.
Y el Trémere decidió que no podía vivir sin mí y me dio su sangre. Abrió sus venas y la dejó correr por mi boca, sellándome a él eternamente y pidiéndome que jamás le abandonara.
Y ambos viajamos a la tierra de los que ya no son y renacimos, unidos y amándonos para la eternidad.
Última edición por Eudora el 14/8/2009, 1:31 am, editado 4 veces
Eudora-
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Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1044 Julio
Después de recorrer el plano del mundo, la señora asegura que sus visiones la llevan a las frías tierras del norte en busca de la sagrada reliquia. El tiempo afortunadamente nos lleva al estío, pues si no, estas tierras yermas y sus aguas negras sería intransitables.
La señora se pasa el dia (y aún más la noche) en la popa de la nao, observando hacia el sur, sus ojos perdidos en el mundo de sombras que decidió amar desde que conoció al Trémere (cuyo nombre ningún hombre de fe ha de pronunciar sin caer en la perdición y la locura). Muchos hanme conminado a abandonar a tal dueña, amante de la oscuridad. Debería haberles hecho caso. Pero la dulzura y el dolor que ví en sus ojos me pudieron. Fue como si me miraran desde lo hondo de un pozo de amargura, elevando los brazos a una diminuta fuente de luz en lo alto. Me sentí por un momento parte de esa luz capaz de iluminar la oscuridad, y acepté el trabajo.
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1044 Agosto
Mal se nos dieron las pesquisas. La señora anda cabizbaja, pues sus espíritus la engañaron. Ordenó poner rumbo a tierras más cálidas, lo cual produjo un inmediato alborozo en la tripulación, cuyo ánimo decaía día a día en estas agua frías.
La dama se encuentra ahora a la proa del barco, como si de un mascarón se tratara, tan quieta como tal, con la mirada fija en un punto que el resto de los mortales somos incapaces de elucubrar. A veces sus labios se mueven como si orara. Si no se tratara de una impía, pensaría que lo hace. Lo único que mis marineros han logrado oir en estos casos es el nombre del vástago. Sonido que ha hecho llevar a mis hombres a cubrir sus oídos, cual si un graznido horrible les hubiera sonado en sus tímpanos. La vieja ama que la acompaña y que nunca se separa más de unos metros de ella, se ve precisada muchas veces de cubrirla con una piel, pues parece olvidar que anda a la intemperie, y que la temperatura no invita a la quietud en tal posición.
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1044 Septiembre
Todos huyen de la mirada de la dama. Todos menos su vieja ama y yo, que aún recuerdo lo que fuera una luminaria verde y dulce en sus ojos. Los más flacos de espíritu aseguran que mirarla a los ojos puede llevar a un hombre a contemplar los horrores del infierno y la condenación eterna. Yo sólo puedo decir que su mirada en los últimos tiempos me lleva a sentir como si una mano fría oprimiera mi corazón. Entiendo que lo que siento es lo que transmiten sus ojos: lo que siente su corazón desde hace unos días. La muerte parece rondarle el cuerpo, y lo que es peor el alma. Temo que la locura haga presa en tan mermado cuerpo, apenas sin alimento, pues parece rechazarlos todos.
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1044 Diciembre
Abandonamos el mar hace semanas y por fin hemos llegado a las tierras de la señora, donde innumerables tareas le esperaban. Una vez finalizada la travesía para la que me contrató, me pidió que siguiera a su servicio al mando de su guardia personal. La razón debiera haberme hecho negarme, pero una vez más la mirada verde me hizo cambiar de idea. Desde que hemos llegado a tierra, su humor parece haber mejorado. Ya ha dado las órdenes para la construcción de un castillo que en el que recibir a su Trémere cuando éste se decida a visitarla, e incluso planea acercarse a sus tierras. Temo que ese momento llegue pues me pedirá que la acompañe, y el sólo pensamiento de la presencia del No Muerto, hace helarse la sangre en mis venas.
Última edición por Eudora el 7/4/2009, 12:36 am, editado 1 vez
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Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Libro de recetas del Ama
Marzo 1045
Pollo a la cerveza.
Ingredientes: 1 pollo. 2 cebollas grandes. 1 jarra de cerveza. Aceite, sal y pimienta.
Tomar un buen pollo del corral y tras matarlo, desplumarlo y arrancarle todas las vísceras, se cortará en trozos medianos. Salpimentar bien los trozos. No salarlo demasiado, a la señora el gusto en exceso de sal le disgusta, pues causa sed molesta e inútil. En cambio nunca se queja por la pimienta, aunque me haya pasado con ella, como me pasó el otro día. Andaba yo con la cabeza ocupada pensando en lo delgada y triste que se ve mi señora y le eché dos veces pimienta. La señora, o no se dio cuenta o fingió no enterarse.
Coger la cebolla y cortarla. Hay quien la prefiere fina para sólo notar el sabor y no la textura, y otros gustan de paladearla en buenos trozos. A la señora no le importa el modo, pues gusta de este bulbo, siempre que sea de calidad y no pique más de lo debido.
Tomar una buena cacerola y poner en ella aceite para cubrir bien el fondo y calentar sin que llegue a humear. Dorar la cebolla en él. Es importante que no se quemen demasiado, pues pierde el gusto y estropearía el guiso. Hay que remover con cuidado sin marear la cebolla. Eso decía mi abuela, “no marees la cazuela”. Qué mujer aquélla. Gran cocinera. Y con un genio… A la niña le hablaba de ella cuando murió su madre, para que se le quitara de la cabeza esa tristeza.
Subir un poco el fuego para echar los trozos del pollo y dorarlos junto con la cebolla. Cuando se han dorado bien, verter la cerveza y bajar el fuego. Dejar cocer hasta que la cerveza se reduce y el pollo toma el color dorado de ésta. Es este un guiso que gusta a la tropa, yo creo que por el nombre, aunque la cerveza al cocer ha perdido los efluvios que tanto les gustan a estos bárbaros. La señora suele disfrutarlo mucho, e incluso el Trémere (el cielo nos libre de la condenación eterna), aunque no necesita del común alimento, en honor a la señora, cuando viajan juntos con las tropas, se une a ellos en el festín y come algún trozo, o al menos, parece comerlo.
Libro de recetas del Ama
Marzo 1046
Buñuelos de Alcachofas.
Ingredientes: 1 docena de alcachofas. 2 vasos de aceite. 1 vasito de leche. 1 huevo. 1 limón. Harina. Levadura. Sal.
Se prepara el rebozo para hacer el buñuelo. Se bate el huevo y se le va añadiendo la leche. Se sala y se añade levadura. Se mezcla bien. Se irá añadiendo poco a poco la harina hasta que espesa un poco. Se rectifica de sal y se deja reposar. Qué delgada está ¡y tan pálida! Parece mentira que hayamos dejado el oscuro castillo del Trémere (que el cielo le perdone, si hay perdón para los no muertos. Yo no sé si puedo). Me cuesta sacarla al sol. Tuve que convencer al capitán Rohkea para que organizara una partida de caza. Se pasa las noches en la azotea del castillo o por los bosques. Y durante el día se queda en su cuarto, con la mirada perdida.
Mientras reposa la masa, se quitan las hojas externas de la alcachofa. Se cortan los picos que tienen una hoja siempre más dura y desagradable al comer. Se parten por la mitad y se ponen en una olla con agua cubriéndolas y unos chorros de limón. Se sazonan de sal. Se cuecen a fuego medio hasta que quedan tiernas (sin deshacerse) y el agua se ha evaporado. Se escurren bien y se pasan por la masa. De pequeña, cuando su padre la llevó con su tribu, le encantaba pasar por la masa. A ella y a todos los chiquillos de la aldea. ¡Qué tiempos aquéllos! Desde la muerte de su madre, no la había vuelto a ver reir de aquélla manera. Estaba sana, jugaba, corría, se subía a los árboles. Yo me pasaba el día regañándola, se me hacía raro ver a la señorita de tal guisa, pero ella era feliz.
Esta receta me la enseñaron las ancianas de la tribu, pues esta verdura según ellas, tiene propiedades mágicas. Limpia el organismo de los humores malignos que pueden haberlo viciado.
Se calienta el aceite, y se van friendo los buñuelos. Es inútil, antes le encantaba esta receta, pero estoy convencida que apenas probará nada. A veces pienso que quiere morir. Otras, que está muerta ya...
Eudora-
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Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1047 Julio
¡Qué de recuerdos me trae la cercanía del mar! Ese olor salino e inconfundible. Ese rumor, unas veces salvaje y otras susurrante.
El viaje fue más rápido de lo que pensé. Llegamos a la ciudad del agua al atardecer. Ni siquiera la tristeza de la señora pudo evitar que se solazara en la contemplación de tan hermoso paisaje, los canales y palacios iluminados como si un fuego hubiera estallado en el cielo, mientras la noche iba cubriendo la bóveda por el este.
Hace bastante calor, pero las noches refrescan y es agradable pasear iluminados sólo por estrellas y por las luces que se escapan de algunas casas. Sigo a corta distancia siempre a la dama, pues el corazón me da un vuelco cada vez que se asoma a las oscuras aguas de un canal. A veces se para durante horas, mirando esas quietas aguas oscuras, como si estuviera en una conversación secreta con ellas, y temo que la estén atrayendo demasiado.
Sé que la señora espera a alguien, y sé que no es el Innombrable. He intentado sondear al ama, pero creo que aunque ella debe sospechar, tampoco sabe a ciencia cierta el nombre.
Eudora-
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Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Dias extraños. ¿Cómo puedo catalogar este último año?
Acudimos de boda y ni siquiera llegamos a ver a los novios. Y digo acudimos pues fui con el joven Telamónida, que se ofreció amablemente a ser mi compañero de viaje... Dias extraños... Recuerdo la belleza de Venecia. Las puestas de sol sobre la ciudad. Y un viaje por los canales iluminados por la luz de la luna… Un beso robado… y mi enfado por ello…
Días al sol cabalgando… De repente me separé de la comitiva, no sé como pasó. Pero me encontré sola en la boda. Hube de volver en busca de los que quedaron atrás, presas de un accidente. Después sólo recuerdo un castillo abandonado…
Es igual, fuera donde fuera, sólo una figura se asomaba a mi mente. Quería borrarla, hundirla en el olvido. Pero no pude. Incluso le pedí al joven Telamón me acompañara mientras iba a defender las tierras de aquél que se había hundido en la umbra…
Y cuando menos lo esperaba, llegó su carta. Estaba entre los vivos… y me reclamaba a su lado… El corazón batiendo de felicidad… El dolor al despedirme de Wotan. Pero el vástago me ama. Me ama y me quiere a su lado. ¿Qué importa el mundo?
Acudimos de boda y ni siquiera llegamos a ver a los novios. Y digo acudimos pues fui con el joven Telamónida, que se ofreció amablemente a ser mi compañero de viaje... Dias extraños... Recuerdo la belleza de Venecia. Las puestas de sol sobre la ciudad. Y un viaje por los canales iluminados por la luz de la luna… Un beso robado… y mi enfado por ello…
Días al sol cabalgando… De repente me separé de la comitiva, no sé como pasó. Pero me encontré sola en la boda. Hube de volver en busca de los que quedaron atrás, presas de un accidente. Después sólo recuerdo un castillo abandonado…
Es igual, fuera donde fuera, sólo una figura se asomaba a mi mente. Quería borrarla, hundirla en el olvido. Pero no pude. Incluso le pedí al joven Telamón me acompañara mientras iba a defender las tierras de aquél que se había hundido en la umbra…
Y cuando menos lo esperaba, llegó su carta. Estaba entre los vivos… y me reclamaba a su lado… El corazón batiendo de felicidad… El dolor al despedirme de Wotan. Pero el vástago me ama. Me ama y me quiere a su lado. ¿Qué importa el mundo?
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Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1048 Julio
Me costó mantener a la tropa en sus puestos. Sobre todo los más jóvenes oficiales y reclutas. Prestos a dar su vida por su bandera, su señora, sus tierras… Pero sus corazones se encogían de temor ante el pensamiento de la visita a las tierras del No muerto. Yo mismo que ya he pasado por su presencia, debo reconocer que no temo a la muerte, más a este… ¿hombre? le temería, si no fuera porque entiendo porqué sus tropas le son tan fieles…
La señora prácticamente volaba camino del oscuro bastión del trémere. Casi podía oír los latidos de su corazón. Parecía no recordar ya los malestares pasados, las epidemias en las tierras vecinas. Las lágrimas mirando el fondo de un precipicio. Todo olvidado...
Por fin llegamos a la fortaleza. Las miradas de toda la tropa contemplaron asombradas, las flores que cubrían el camino, los puentes, las ventanas. Eso aún hizo atemorizar más a los hombres. Yo sonreí para mis adentros.
Como salido de la nada apareció el vástago, robándola al cuidado de la guardia y llevándola a sus habitaciones. La tropa quedó confusa. Yo seguía sonriendo. Les mandé ir a sus habitaciones. Sabía que esa noche duraría días...
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1052 Febrero
Siguiendo órdenes de la señora abandoné la negra atalaya para acompañar al joven Telamón y proteger, pues andaba en guerra. Inexplicablemente, obligó al ama a acompañarme. Antes nuestras preguntas sólo respondió: “Necesitarán de tu sabiduría ama, con las hierbas que sanan el cuerpo y la mente”.
Así pues, nos vimos abandonando a nuestra señora, el corazón oprimido pensando en lo que haría ahora que estaba sola en tan triste lugar.
Llegamos sin novedad y ciertamente, mi espada y la sabiduría para curar heridas del ama eran necesarias. Así pasaron las semanas, hasta que un vigía anunció la llegada de una cabalgadura solitaria. Pensando se trataría de un mensajero le dejaron pasar y llegó hasta el castillo e incluso la sala en la que el joven Wotan estaba reunido con sus generales. Casualmente el ama y yo allí nos encontrábamos, pues íbamos a solicitar permiso para acercarnos a ver si la señora nos necesitaba…
Las puertas se abrieron y por ellas entró una figura envuelta en los rayos de sol que se colaron por la ventana que quedaba a su espalda. Por este motivo lo único que pudimos ver fue que estaba envuelta en llamas… o eso pareció a nuestros ojos cegados por la luz. Cuando pudimos mirar de nuevo vimos nuestro error, la figura no estaba ardiendo; el juego de luces nos engañó al reflejarse en sus cabellos rojos, en sus ropas purpúreas, en la piel de sus manos teñidas de carmesí…
-Señora… Eunilda- Sonaron nuestras voces al compás… El ama y el joven Wotan iban a echarse en sus brazos cuando la señora, dando un paso, dejó atrás la luz que la envolvía como el fuego. Nuestros rostros pasaron de la alegría al horror al comprobar que sus cabellos seguían tan rojos como siempre, pero que lo que tomamos por ropajes y manos teñidas del mismo tono, no eran otra cosa sino sangre...
-Le he matado… le he matado- Acertó a decir.
-¿A quién?- Interrogó el joven Telamón.
-A… él… ya no me hará más daño… ya no- Y todos supimos sin nombrarle a quién se refería. Nos acercamos y la llevamos a una silla. A mí me llamó la atención la frescura de la sangre en sus manos… y las gotas que quedaban en el suelo. Tome su brazo al punto y observé que dos cortes, afortunadamente no muy profundos, surcaban sus muñecas.
-Señora ¿seguro que le habéis matado? ¿Esta sangre es suya? ¿Le habéis herido con vuestra espada?- Ella me miró.
-Nnnno… nno… es mía… y no… no le he tocado… pero mi sangre me limpia….- Se miró las manos goteantes. -Cada gota me libera y me aleja de él….-
Y así fue. Las heridas de la joven señora fueron curadas, y volvió a pasear a la luz del sol. El joven Wotan no se separó de ella y con el tiempo, volvimos a verla sonreír. Se prohibió cierto nombre en su presencia, más…¿quién de nosotros deseaba nombrarle?
Anno Domini 1048 Julio
Me costó mantener a la tropa en sus puestos. Sobre todo los más jóvenes oficiales y reclutas. Prestos a dar su vida por su bandera, su señora, sus tierras… Pero sus corazones se encogían de temor ante el pensamiento de la visita a las tierras del No muerto. Yo mismo que ya he pasado por su presencia, debo reconocer que no temo a la muerte, más a este… ¿hombre? le temería, si no fuera porque entiendo porqué sus tropas le son tan fieles…
La señora prácticamente volaba camino del oscuro bastión del trémere. Casi podía oír los latidos de su corazón. Parecía no recordar ya los malestares pasados, las epidemias en las tierras vecinas. Las lágrimas mirando el fondo de un precipicio. Todo olvidado...
Por fin llegamos a la fortaleza. Las miradas de toda la tropa contemplaron asombradas, las flores que cubrían el camino, los puentes, las ventanas. Eso aún hizo atemorizar más a los hombres. Yo sonreí para mis adentros.
Como salido de la nada apareció el vástago, robándola al cuidado de la guardia y llevándola a sus habitaciones. La tropa quedó confusa. Yo seguía sonriendo. Les mandé ir a sus habitaciones. Sabía que esa noche duraría días...
Diario del Capitán Rohkea:
Anno Domini 1052 Febrero
Siguiendo órdenes de la señora abandoné la negra atalaya para acompañar al joven Telamón y proteger, pues andaba en guerra. Inexplicablemente, obligó al ama a acompañarme. Antes nuestras preguntas sólo respondió: “Necesitarán de tu sabiduría ama, con las hierbas que sanan el cuerpo y la mente”.
Así pues, nos vimos abandonando a nuestra señora, el corazón oprimido pensando en lo que haría ahora que estaba sola en tan triste lugar.
Llegamos sin novedad y ciertamente, mi espada y la sabiduría para curar heridas del ama eran necesarias. Así pasaron las semanas, hasta que un vigía anunció la llegada de una cabalgadura solitaria. Pensando se trataría de un mensajero le dejaron pasar y llegó hasta el castillo e incluso la sala en la que el joven Wotan estaba reunido con sus generales. Casualmente el ama y yo allí nos encontrábamos, pues íbamos a solicitar permiso para acercarnos a ver si la señora nos necesitaba…
Las puertas se abrieron y por ellas entró una figura envuelta en los rayos de sol que se colaron por la ventana que quedaba a su espalda. Por este motivo lo único que pudimos ver fue que estaba envuelta en llamas… o eso pareció a nuestros ojos cegados por la luz. Cuando pudimos mirar de nuevo vimos nuestro error, la figura no estaba ardiendo; el juego de luces nos engañó al reflejarse en sus cabellos rojos, en sus ropas purpúreas, en la piel de sus manos teñidas de carmesí…
-Señora… Eunilda- Sonaron nuestras voces al compás… El ama y el joven Wotan iban a echarse en sus brazos cuando la señora, dando un paso, dejó atrás la luz que la envolvía como el fuego. Nuestros rostros pasaron de la alegría al horror al comprobar que sus cabellos seguían tan rojos como siempre, pero que lo que tomamos por ropajes y manos teñidas del mismo tono, no eran otra cosa sino sangre...
-Le he matado… le he matado- Acertó a decir.
-¿A quién?- Interrogó el joven Telamón.
-A… él… ya no me hará más daño… ya no- Y todos supimos sin nombrarle a quién se refería. Nos acercamos y la llevamos a una silla. A mí me llamó la atención la frescura de la sangre en sus manos… y las gotas que quedaban en el suelo. Tome su brazo al punto y observé que dos cortes, afortunadamente no muy profundos, surcaban sus muñecas.
-Señora ¿seguro que le habéis matado? ¿Esta sangre es suya? ¿Le habéis herido con vuestra espada?- Ella me miró.
-Nnnno… nno… es mía… y no… no le he tocado… pero mi sangre me limpia….- Se miró las manos goteantes. -Cada gota me libera y me aleja de él….-
Y así fue. Las heridas de la joven señora fueron curadas, y volvió a pasear a la luz del sol. El joven Wotan no se separó de ella y con el tiempo, volvimos a verla sonreír. Se prohibió cierto nombre en su presencia, más…¿quién de nosotros deseaba nombrarle?
Eudora-
Libaciones : 5419
Se ubica : Los madriles...
Humor : Mutable, como buena géminis
Re: Historia de Eunilda Slaväskarina (Extractos de sus memorias y los que la conocieron)
Libro de recetas del Ama
Mayo 1055
Torrijas.
Ingredientes: 1 jarra de leche. 1 pan del día anterior. 1 rama de canela. 1 corteza de limón. 12 cucharadas de azúcar. 2 huevos. Aceite para freír. 2 vasos de agua. 1 cucharada de miel. 1 vasito de vino blanco dulce. Mezcla de canela en polvo y azúcar.
Se cuece la leche con la rama de canela y la corteza de limón. Antes de retirar del fuego se echan 6 cucharadas del azúcar y se disuelve bien. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Cuando ya todos, hasta la señora habíamos pensado que se había librado del pensamiento del Trémere y preparábamos la boda... sólo un mensaje del vástago… y ella volvió a sus brazos, y el joven Wotan volvió a demostrar cuántas formas hay de demostrar amor… Y sé que será siempre así… una sola palabra de él…, y ella correrá a su lado, a vivir… o a morir…
Mientras la leche cuece, cortar el pan en rebanadas de más de un dedo de grosor. Poner las rebanadas en una fuente y regar con la leche cocida, hasta que queden bien empapadas, cuidando que no se deshagan. Y luego la guerra… malditos hombres… sólo saben gritar a ver quien grita más fuerte, y matar para tener más posesiones que el vecino.
Se va preparando un jarabe caliente hecho con los dos vasos de agua, el resto del azúcar, la cucharada de miel y los vasitos de vino blanco dulce. Y ahora el Trémere vive en el castillo que nunca visitó, el castillo que ella mandó edificar para él, donde todo está pensado para librarle de la luz del sol…
Pasar con cuidado por huevo batido e ir friendo en el aceite bien caliente. No echar más de una o dos en la sartén y dejarlas doradas por ambos lados. Y la vida de mi niña ahora peligra… Sí, es mi niña. Yo la amamanté a mis pechos, pues su madre quedó muy postrada al nacer ella. Mi hija había nacido muerta hacia unos días, y el abuelo me contrató para amamantarla. Cuando la pusieron en mi regazo, tan pequeña, con esa piel de porcelana, y esos ojos que desde niña parecían hablar solos… sentí que Dios me había hecho el regalo de esa muñequita para que siguiera viviendo, que me regalaba esa pequeña en pago de la que me quitó.
Ir sacando y dejar escurrir del aceite. Pasar después por el jarabe y espolvorear con la mezcla de azúcar y canela en polvo. ¡Señor, ya sé que ella no es creyente, pero no me robes de nuevo a mi pequeña!
Eudora-
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