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Memorias de Ludovico Telamónida que versan sobre vida y hazañas de Wotan Telamónida

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Mensaje por Atenodoro 24/3/2009, 6:41 pm

Memorias de Ludovico Telamónida



06 de Febrero del año 1046 d.C.



Mi nombre es Ludovico Telamónida, hijo de Arjen de Gothia y Livia Telamónida. Soy primo lejano de Atenodoro Telamónida y desde que desapareció entre los muros de la ciudad de Bergen, me he ocupado de su hijo bastardo Wotan. Soy monje desde hace poco más de dos años y recibí el encargo de Atenodoro de escribir la vida de su hijo así como sus hazañas, desde el mismo momento en que lo saqué de Atenas.



Cómo se comprenderá esta ardua tarea la he comenzado hoy pues me veo con fuerzas. En ella he de plasmar los dos primeros años de la vida de Wotan Telamónida a mi lado. Pero antes de nada prefiero empezar por lo que más me ha preocupado en estos últimos días.



Hace casi dos años que convivo con él y he podido ver una evolución en su forma de ser. Al principio pensé que su carácter inestable se debía a la trágica desaparición de Atenodoro cuándo el mundo se llenó de fuego; después me dí cuenta que su ira iba en aumento cuándo sufrió varios desengaños. Son las mujeres quienes le traen de cabeza; son ellas quienes marcan su inestabilidad haciéndole tan débil a la carne como era su abuelo Telamón y su padre Atenodoro. La diferencia es que los dos citados llegaron a amar con todas sus fuerzas.



Wotan ama la guerra y puede que al pensar que todo es como un campo de batalla se encuentre con que el amor es más complejo. Un monje como yo, no debería entrar en los secretos del amor, y menos dejarlos plasmarlos pero como miembro de la ilustre Casa, puedo afirmar que amé y amaré a una mujer.
Los problemas de Wotan se iniciaron cuándo confundió la amistad que se le profesaba con el amor, o quizás cuándo su amor platónico le dijo que prefería a su amado antes que a él. No ha sabido jamás como actuar y de desengaño a desengaño se ha movido. Una noche me confesó que al volver a hablar con una de estas mujeres, ella le aseguró que no había entendido que la amaba, pues nunca le dijo: “Te amo”.



Ésta noche ha sufrido el último de estos desengaños. Pero ésta vez sabía que el amor debía de ser confesado, más porqué un extraño ardor hervía en la sangre de Wotan, que por la necesidad de que la dama supiera del mismo. Mariana Von AS, la hija de Atenodoro, y por tanto la propia hermana de Wotan, sería la que tendría que soportar que el chico se confesase con torpeza. Más todo acabó mal, ya que Wotan, sintiéndose rechazado amenazó con irse en busca de otras mujeres. Confundido se quedó cuándo su hermana parecía ponerse celosa por ello.



Humildemente creo que ella tenía más razón que él. Con sus palabras el parecía menospreciarla, no sólo a ella sino a todas las mujeres; pero también es cierto que Wotan pensaba que se trataba de un juego a dos bandas de su hermana. Hacerle que la amase mientras ella continuaba con su prometido, y con el sueño de un gran matrimonio venidero.



El chico posó su cabeza de larga melena blanca sobre mi regazo. Lloraba pese a su fiero aspecto. Lloraba porque quizás su orgullo habló de más. Lloraba porqué amaba a su propia hermana y sabía que eso era demasiado pecado que soportar para un hombre, aunque fuera un creyente de los Olímpicos.



- Me quema…me quema todo mi cuerpo… ¿Qué es esto que me ocurre Ludovico?-suspiró y se apretó a mi frágil cuerpo -. ¿Por qué debo hacer sufrir a la mujer que amo para alejarla de mí?



- Hijo mío. Me temo que la sangre que portáis es la misma que la de Atenodoro, capaz de amar a todas.-Mi mano fina le frotó la cabeza, soy poco mayor que él. En cambio el parece tan inocente y joven; y yo maduro y viejo-. Algún día encontrarás a la mujer de tu vida y cuándo lo hagas no la soltarás. Tú corazón aún no tiene dueña aunque así te parezca.



-Espero, que tengas razón pues la guerra carcome cada día un poco más mi corazón y el humo de los altares de sacrificio para pedir perdón ennegrece mi alma cada vez más.



- Wotan, tus dioses te protegen. Los dioses te aman. Mi dios, no dejará que nada te suceda y el día de mañana hallarás a esa mujer especial.
Atenodoro
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Mensaje por Atenodoro 24/3/2009, 6:44 pm

19 de Febrero del año 1046 d.C.



Wotan llegó a la Fortaleza llamada Mariana II, hacía mediados del año 1042. Yo, Ludovico Telamónida, fui el encargado de ir en su busca a la ciudad de Atenas. Lugar donde quedé maravillado de la perfección de lo que quedaba de los viejos dioses, a los que adoraba Atenodoro al final de su vida, y los que adora su hijo ahora. Tristemente me temo que ambos son el fin de tales creencias en un mundo bendecido por la Verdadera Fe de Nuestro Señor Jesucristo.

Su dios principal es Zeus Trónida, divinidad que los romanos llamaron Júpiter. Lo curioso es que los Telamónidas siempre hemos sido caracterizados por nuestra terquedad y el que adoren a los dioses del primer Telamón, padre de Ayax. Se debe a que nadie les podría arrebatar su identidad, aunque yo mismo como vivo ejemplo de la familia soy cristiano y muchos de los parientes vivos también lo son. Atenodoro lo achacaba a que no éramos parte de la rama principal, olvidándose que su propio padre había sido cristiano, se olvidaba que él mismo había llegado a ser judío. Aún así su respuesta era sencilla: “Amor”.

La terquedad de la familia, lo único que la diferenciaba del resto del mundo, su religión; eran capaces de fingir adorar a otros dioses por amor. No se si eso es un don o estupidez, pero dos generaciones desgastaron el legado de su familia en pos del amor. Por suerte Wotan, pese a tener el nombre de un dios germano, adora a Atenea más fervientemente que su padre y su abuelo.

Como decía antes de esta disertación, llevé a Wotan a la Fortaleza conocida como Mariana II. Allí residía amargado y atormentado Atenodoro por no ser capaz de haber salvado lo que más amaba. Se maldecía a sí mismo y se acusaba de estar maldito, pues afirmaba que todo lo que amaba desaparecía de su vida de manera brusca. Yo mismo achacaba esos problemas a un castigo divino, pero Nuestro Señor no es tan maligno. Sólo rezaba porque Atenodoro terminase las “Memorias de Telamón” y se diera cuenta que no cometía los mismos errores de su padre, quién si acabó de manera desgraciada y trágica.

Cuándo llegamos a la fortaleza nos encontramos con que se celebraba la llegada de la primavera. Wotan se animó bastante tras el largo viaje y se unió al campesinado que esperaba la llegada de las tropas de Tolosa y las Asturias, pues Atenodoro había decretado que retornasen a sus hogares. En aquellas zonas sólo quedarían las tropas oriundas del lugar.

Gran fiesta hubo en la fortaleza y su pueblo aledaño. Creo que fue en aquellos días cuándo Wotan conoció el calor de una mujer, más sólo son conjeturas de este pobre monje que una vez fue hombre y guerrero.

Atenodoro se quedó anonadado cuándo a la mañana siguiente de la fiesta se presentó ante él parte de su propio ser. A un lado tenía a la pequeña Mariana, futura heredera de sus bienes, aunque bien escoltada por el rabino de su madre de aguileña y tenebrosa faz. No gustaba a nadie de la fortaleza, pero Atenodoro le mantenía por amor a su difunta prometida.

Wotan, hijo de Edmundo y Brunilda, se acercó a su padre natural y se postró de rodillas ante él. Los ojos de ambos conectaron y supieron que estaban igual de orgullosos uno del otro. Atenodoro alzó su espada mellada de tantos combates y la clavó en el suelo ante su hijo, tal y como exigía la tradición de la familia.

- ¿Juráis ser digno miembro de la Casa de Telamón?

- Si, juro.

-Entonces besad el filo de la espada y convertíos en nuestro Paladín y miembro de esta milenaria Casa.

Wotan besó el filo de la espada clavada en el suelo y en ese momento se le acercaron dos pajes con un gran manto rojo que dentro contenía el escudo de los telamónidas. Le colocaron el manto y después, tal y como yo le explicara en el viaje, tomó la espada por la empuñadura y la sacó del suelo para alzarla al aire.

En ese momento todos los presentes no cercanos a Atenodoro comprendieron quién era el chico. La costumbre de la Casa para nombrar un Paladín era entregar una espada digna de él, no la que debería de portar el heredero del patriarca familiar. Es decir, Wotan había sido nombrado Paladín pero también heredero de la Casa de Telamón.

Ahora se preguntarán… ¿Pero porqué no había hecho ese rito con Mariana, su hija legítima? ¿Acaso no la veía digna de portar el escudo de su padre? La verdad es que desde mucho antes de aquél día su hija y el rabino parecían haber llegado a entenderse demasiado bien. Atenodoro no destacaba por su lucidez durante mucho tiempo, pero veía como Mariana era una ferviente judía y los viejos dioses en ella no fructificarían al igual que los nuevos no lo habían logrado en él. Era Mariana digna hija de su padre por esa posible terquedad que él presentía.

Así pues Wotan Telamónida, se convirtió en miembro y Paladín de la Casa de Telamón, para orgullo de su padre y de cuántos le conocíamos.
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Mensaje por Atenodoro 24/3/2009, 6:49 pm


21 de Febrero del año 1046 d.C.

Quizás nunca he descrito a Wotan físicamente, pero se debe al radical cambio que ha sufrido a lo largo de su vida. De pequeño era enjuto y frágil según me han contado bastante enfermizo, pero tenía demasiada fortaleza. Con nueve años había engordado gracias a la buena vida que le dio su padre y después le dieran los monjes de San Beren. Unos pocos años después fue cuando su cuerpo infantil pareció sufrir el mayor cambio junto al Archiduque Syric, su gordura desapareció y sus brazos se fortalecieron, adquirió altura y su voz se volvió grave y severa. Y así es hasta el día de hoy.

En algunos detalles es parecido a su padre, como en el caso de los ojos pequeños y algo rasgados. Pero la gran diferencia reside en el color, ya que los de Wotan son azules como los de su madre mientras que los de Atenodoro, al menos el ojo que conservaba era castaño oscuro. El pelo también es muy distinto, ya que el de Wotan por algún extraño motivo está encaneciéndose mientras el de su padre siempre fue negro. Según tengo entendido ese suele ser un rasgo de enorme virilidad masculina o de una enorme promiscuidad. No lo sé con certeza, pero así consta en viejos escritos que leí en la sección prohibida del monasterio.

Sólo debería de dejar constancia de un último hecho acontecido esta mañana. Un mensajero ha llegado con una carta sellada para mí. En ella sólo se decía lo que a continuación copio:

“A la atención de Ludovico Telamónida:

Espero y deseo que Wotan esté siendo un digno Paladín de la Casa. Según he oído la Ciudad de Visby le pertenece por derecho y la ha llamado Honor de Telamónida, lo que me índica que se siente orgulloso de quién es. Ruego a los dioses por visitarla algún día y porqué vos sigáis la sacrosanta tarea que os impuso vuestro primo a quién Hades guardé por siempre.
Os pido que esporádicamente me enviéis extractos de ese diario, para así comprender mejor los actos de Wotan.

Atte.
Sibeón, judío de Bergen.”


Lo que tengo claro es que éste Sibeón puede ser quién me temo que puede ser. Así que mañana mismo enviaré un Oficial a la ciudad de Bergen, con la misión de averiguar sobre éste judío.
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Mensaje por Atenodoro 24/3/2009, 6:52 pm

25 de Marzo del año 1046 d.C.


A tenor de los sucesos que narraba el otro día continuaré sobre cómo el Paladín de la Casa de Telamón, llegó a las tierras que los romanos llamaron Dacia, Mesia y Quersoneso Taúrico. Tierras llenas de paganos como él, donde pudo hallar refugio su fe. La de sus antepasados y posiblemente la de su primogénito.

Así pues retomemos el hilo de lo primero que sucedió después de ser proclamado como sucesor de Atenodoro. Y lo que ocurrió fue que padre e hijo conversaron largamente sobre las tradiciones y costumbres de los telamónidas, dándose cuenta Wotan que su nombramiento había sido totalmente irregular por un simple detalle, pues según le había contado su padre no sería el primer bastardo que tendría que dirigir a la Familia. Lo irregular era que todo Paladín tenía que matar un oso antes de serlo, de ahí el que el escudo que portasen llevare un oso.

Atenodoro sabiendo esta regla se la había saltado pues no consideraba que Wotan moriría, y el único varón de su sangre que merecería llevar el honor de los suyos en la espalda, no podía morir por la tradición. El problema es que Wotan era más impulsivo que su padre y sin dudarlo un segundo pidió a su padre que le siguiera a Bulgaria.

Cabalgamos cinco días sin cesar hasta las propiedades de un pariente y allí pernoctamos para iniciar una cacería al día siguiente. En Bulgaria había osos muchos osos que eran cazados para obtener sus preciadas pieles y para comérselos en algunos casos. Nosotros sólo íbamos acompañados por la fiel Guardia Pesonal de la Casa y por Gwydre, un buen Oficial de Atenodoro.

Esa noche mantuvimos una reunión todos a excepción de Wotan, quién velaba sus armas en la ermita del castillo. La Santa Virgen María de aquél lugar, no era más que una vieja escultura de Hera con un Heracles entre sus brazos. Supongo que representaría el mito de cómo se creo la Vía Láctea. La situación era una blasfemia, un sacrilegio, si se piensa con mis ojos de clérigo y cristiano; más los principios de nuestra misión evangelizadora están ahí. Para el pueblo la vieja diosa muere y nuestra Santa Madre toma su lugar sin que ello sea traumático. Aquella diosa ni siquiera era ya Hera, pues los romanos la llamaron Juno…aquella diosa estaba condenada a la desaparición; y por eso mismo me regocijaba en mi interior.

Lo que sucedió aquella noche es que Atenodoro nos avisó que una vez cazado el oso, el partiría a las Asturias para después junto con su pequeña hija viajar a la ciudad de Bergen. Lugar en que vivía la hermana de su difunta prometida Mariana. Nos dio una misión a todos los presentes: cuidar a Wotan como si fuese él mismo. Luego nos dijo como prepararnos para la cacería, por sí su hijo se veía sorprendido por el oso antes de poder matarlo.
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