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Colección de Textos de Atenodoro Telamónida

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Mensaje por Atenodoro 16/3/2009, 8:18 pm

Carta a Eunilda


Querida, estimada y apreciada amiga mía, Eunilda:

Hace apenas un día que he recibido de labios de mi joven capitán Gwydre la triste noticia que ha roto el corazón de éste cristiano judaizado. Mariana, mi amada y dulce Mariana, murió ejecutada en la plaza mayor de Burdeos donde fue capturada por las tropas de Almanzur, el duro adversario de su señor. No pudimos liberarla, por falta de tiempo, de tropas… Me consuela pensar lo que dice mi oficial, que antes de morir susurró mi nombre frente los expectantes ciudadanos que tanto la querían.

Lo más terrible de la historia no es sólo su desgracia, si no la de su señor Leobardo y su amantísima esposa Dulcinea, quienes han corrido la misma suerte que la mujer que todo significaba para mí. No se si por desgracia o por fortuna, todos compartieron la misma celda. Agradezco a su cruel captor que en sus últimos días de vida todos estuviesen juntos.
Sabed mi amiga, que lo peor de todo es la perfidia de éste sujeto llamado Almanzur. Pues pese a tener a Leobardo en sus mazmorras y yo pedirle su liberación, respondió a mis plegarias atacando a un ínfimo grupo de jinetes que habían estado exterminando campesinos rebeldes en los feudos de Dulcinea. Ya sabes lo temperamental que soy y no pude evitar entrar en guerra con el sarraceno, ya no sólo porque un amigo me necesitase, si no porque su respuesta me había parecido un claro intento de intimidarme.

Creo que cuando no me quedó más remedio para actuar fue cuando mi fiel capitán me informó de la tremenda noticia. Mariana había sido capturada. ¿¿Conoces esa sensación que golpea el corazón e impide que respires bien?? Así me sentí yo. He llorado de rabia, golpeado las paredes de dolor, he gritado con fuerzas,…he jurado que la liberaría.

Las lágrimas aún recorren mi rostro. Unas son saladas como el mar que tiene Burdeos cerca, y por debajo del parche salen lágrimas de sangre como la que corría en el patíbulo de mi amada. Pedí merced por ella hasta el último momento. Rogué a su captor que solo la mantuviese presa, pero cuando no existe corazón nada se puede hacer y al igual que la primera vez que le escribí, no obtuve respuesta.

Querida amiga, creo que me he extendido en demasía. Con sangre firmaré la próxima vez que os escriba, si no con la mía, con la de mis enemigos pues sea en esta vida o en la otra, juro por Yahvé que Almanzur no escapará de mí.

Me despido reverenciada Eunilda, espero que esta no sea la última de mis cartas, pero si lo es, me regocijaré por ello, ya que eso significará que Mariana y yo estamos juntos para siempre.

Con afecto y cariño.
Atenodoro
“GLORIA Y MUERTE ME ACOMPAÑEN, DE MI NO SE SEPAREN”
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Mensaje por Atenodoro 16/3/2009, 8:21 pm

Crónicas de la Guerra según Atenodoro


14 de Junio del año de 1039 D.C.


Tras un par de días de viaje las tropas de Tolosa, que se armaron con tanto esfuerzo dentro de los muros de la propia ciudad han comenzado la ofensiva contra los feudos de Almanzur, feudos que fueron de la Archiduquesa Dulcinea, que en Paz descanse. Al frente de tan valerosos oficiales he colocado a un símbolo para mis tropas, el joven y leal capitán Gwydre.
El chico es algo despistado aunque ha demostrado siempre tener dotes. Lo demostró en el feudo cercano a París del que era oriundo, por eso su nombre, era Tumba de Gwydre. Con un reducido número de caballeros y un número más ínfimo de ballesteros logró hacer frente a un número de 3.000 ballesteros de la que fuera una digna adversaria, Flama de Fog. Muchos son los testigos de aquella batalla que dicen que el chico hablaba como los veteranos que habían caído y de tantas veces como se me contó creo que debo poner aquí la que fue la arenga final, pues fue en la última de las cinco batallas victoriosas cuando obligó al enemigo a huir. Dijo así para orgullo de la Casa de Telamón:

“¡¡Caballeros!! Los días aciagos llegaron a su fin, la desdicha se convertirá hoy en valor. Que nuestras voces sean el escudo de hazañas mayores, que nuestro miedo se convierta en el mejor de los filos,...¡¡Caballeros!! No tenemos esperanzas de salir vivos de aquí sino es matando el doble de enemigos, pero sabed que nunca un soldado de la Casa de Telamón se ha rendido. ¿Sabéis por qué? Porqué la huída es deshonor, vergüenza,...renegar por lo que cayeron nuestros camaradas, renegar de nuestras casas y familias...¡¡Caballeros!! ¡¡Que no se diga que abandonamos éste mundo con la deshonra en nuestros hombros!!¡¡Victoria o Muerte!!¡¡Gloria a la Casa de Telamón!!”

Sobre la pequeña Mariana sólo decir que crece cada día un poco más y se parece a su difunta madre. Recuerdo cuando apenas era un bebe envuelto en trapos que un jinete agitado nos depositó a la puerta de la fortaleza. La matrona del mismo Leobardo la había atendido y había entregado al fruto de nuestro amor en las manos de un valeroso y leal capitán del archiduque, a quién Yahvé guarde en su gloria.



16 de Junio del año de 1039 D.C.


Espero que las razzias a las que serán sometidos los feudos sirvan de algo a los más poderosos de los amigos de mi amada, ya que no veo posibilidades de supervivencia. Esta misma tarde mi consejero y primo lejano Ludovico me ha trasladado dos noticias del frente Oeste: Sr Antz y William Gallagher han caído en manos del enemigo.
En el caso del primero donde estaba Ludovico como observador me ha relatado de esta manera lo sucedido:

“Amanecía un día gris cuando vi llegar las tropas sarracenas en perfecta columna. Antz se colocaba su armadura de brillante hierro toledano mientras varios de sus oficiales le comunicaban la triste noticia de la perdida de un puñado de buenas tierras. Pude ver como el rey, le decía con la mano y una mueca que aquello ya no tenía importancia.
Las tropas del rey salieron con él a la cabeza al encuentro del adversario, más no contaban con que sólo se trataba de una vanguardia de Almanzur y hasta el propio Antz de no ser por la intervención de su abanderado habría caído muerto. Las puertas del castillo se abrieron para su señor ensangrentado y cientos de heridos, la conmoción sacudió todo el lugar. No les quedaba más que esperar refuerzos de toda la provincia.

Vi con horror como se armaba a todo súbdito que pudiera portar un arma desde el más viejo hasta el más joven. Sólo recuerdo historias de viejos guerreros que se vieron obligados a lo mismo en la desesperación, pero Antz con quién conversaba tranquilamente mientras se recuperaba, me explicaba con calma que sus refuerzos llegarían. Las tropas de Almanzur llegaron mientras desde el Este nos venían rumores de pequeñas razzias telamónidas y del judío Shylock, más eran arañazos frente la armadura del hispano.

En tres ocasiones insistí a Antz huir del lugar antes de que cayese ofreciéndole alojamiento en nuestra fortaleza, pero él desistió. Sabía que podría huir a otras tierras de su propiedad. Aún así día y noche su castillo era atacado, sus hombres lo defendían y caían. Parecía una partida de ajedrez sin vencedor hasta el último momento, pero ocurrió lo peor.

Las enfermedades se unieron a la escasez de víveres del castillo. Las tropas apenas compartían por cada cinco un mendrugo de pan. Vi niños comiendo negras ratas de la que solían roer cadáveres tras una batalla, así pues decidí que yo mismo debería de huir de la ciudad. Hasta que Antz reuniendo todo el valor posible, habló de una salida nocturna cuando el enemigo no se lo esperaba. Matamos y destruimos ingenios, vencimos una batalla bien planeada, pero Antz volvió a ser herido. Había cargado al frente de sus tropas como siempre hacen los valientes.

Aquella misma noche estalló la epidemia o al menos fue cuando nos dimos cuenta de ella. Antz enfermaba de sus heridas mal curadas y no podía moverse a no ser en parihuelas, no podía moverse y tampoco podíamos moverle. Almanzur se reforzó y las tropas ansiadas no llegaban a la defensa del feudo. Todo estaba perdido. Tras multitud de intentos de defensa la ciudad cayó en manos del enemigo y con ellos el rey. Como un cobarde me vi obligado a dejar el lugar en llamas tras de mí, con la esperanza de vengar algún día mi propia cobardía.”


1 de Agosto del año de 1039 D.C.


Un mensajero ha llegado hace rato con varios mensajes desde las Islas Baleares. Todos los feudos de la isla que era de Mariana han caído. El resto de los que quedaban han sido vendidos y dejados a su suerte por las propias tropas que los custodiaban en mi nombre. No puedo culparlos. Días antes casi 200 levas habían sido aniquiladas por completo por tropas profesionales y al frente de aquellos desgraciados sólo había 5 lanceros pendencieros que envié por consejo de Ludovico.

Creo que un marinero ha logrado huir junto un puñado de levas. Creo que lo mejor será que se disuelvan pero están lejos y yo no les daría nunca tal orden a quienes dan su vida por la Casa de Telamón.

En mis feudos acaba de llegar el cólera. Creo que será necesario que comience la tarea de poner cuarentenas, pero no puedo prescindir de mis tropas. Mis caballeros son muy preciados como para dejarlos controlando a mis vasallos, el único problema es que Yahvé nunca me lo perdonaría y quizás descargue su ira en Mariana, mi amada y difunta prometida.

Mis tropas de Tolosa regresaron a tierras amigas según un informe de Gwydre. No esperaba menos de ellos, lograron hacerse con algo de dinero, pero Almanzur recuperó lo perdido y me temo que haya reforzado la frontera. Mis nuevas órdenes son atacar desde la costa, vencer a las centenas de marineros que tiene apostados y avanzar en masa hasta que se consiga un mayor número de levas. Una vez conseguido eso yo mismo, viajaré de nuevo a Tolosa para reclutar más hombres y si es posible acabar con el sarraceno. Esta vez prometo que cargaré al frente de todas ellas y si he de caer que sea lo que Yahvé decida, pues moriré con la conciencia tranquila.
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Mensaje por Atenodoro 16/3/2009, 8:31 pm

2 de Septiembre del año de 1039 D.C.


Las tropas de Tolosa son apenas un centenar. Todo empezó hace unos días cuándo recibí un despacho de Gwydre, en él me contaba como iban las cosas. No siguió mis órdenes de avanzar a la costa pues según parecía las tropas de Almanzur sin tenerlo pensado les cortarían el paso mientras iban marchaban, así que haciéndose el responsable de la situación, ordenó unas nuevas algaradas en los feudos ya visitados previamente.
De estos ataques cabe destacar la mala suerte de nada más cruzar los límites, pues la falta de equipos de exploración les impidió ver lanceros enemigos. Los guerreros lucharon con valor según me contaba Gwydre y consiguieron tomar aquellas tierras. Inmediatamente después avanzaron a otro territorio, pero esta vez tras dos días de encarnizada batalla nada lograron y mi joven oficial decidió retirarse. Él mismo, pese a que fue el último en retirarse del campo de batalla, marchaba herido.

Lo siguiente que me remitía en su mensaje era un correo de Almanzur, que ya firma cómo Gran Califa. En él correo admiraba mi tenacidad y se atrevía a decirme que de tener más compañeros atacándole quizás podía plantearse el detener sus avances, además amenazaba con perseguir a los restos de mi ejército tolosano, aunque bien sabía yo que aún quedaban al menos unos 800 en pie. Hice llamar a Ludovico, que pese a tener 15 años es muy buen escribano, casi tanto como yo. Le ordené redactar un mensaje en el que se demostrase, que si bien el califa no contaría con mi amistad nunca, le demostraba mi admiración por cómo había logrado llegar tan alto en poco tiempo, por su manera de luchar,... Lo último que le dije sería que mis soldados no huirían como cobardes o al sur para atacarlo en sus feudos de Hispania cómo Gwydre le contestará en un mensaje previo.

¿¿Qué locura me llevo a ello?? Creo que fue el hecho de que aunque mis tropas sean humildes y esté combatiendo a un gigante, la Casa de Telamón tiene eso que llamamos Honor; tenemos eso que yo llamo Compromiso; tenemos lo que los trovadores llaman Valor; tenemos lo que mi padre llamaba Temperamento; y por último, lo que mi madre llamaba Obstinación. Los Cinco Preciados Dones que mi hija heredará algún día.

La batalla dicen que ha sido de las más sangrientas en que se han visto envueltos los míos. Gwydre en su último despacho la definió como: “Caos”. Ludovico, que estaba presente ya que le había destinado como mensajero a Almanzur, no habla aún de la impresión. Cientos de hombres combatieron honorablemente hasta que en un último ataque a la desesperada Gwydre cargó al frente. Su caballo patinó en el cadáver de un lancero de Almanzur y logró salvar la vida, pues la carga de la caballería sarracena fue casi mortífera. Las tropas huyeron en desbandada y Ludovico tuvo que tomar el mando de la situación pese a que es un crío. Las organizó para una marcha a mi capital aunque más tarde Gwydre que espera refuerzos en Tolosa las ordenó regresar a las tierras del buen Carlos Martel.

El único problema es que estoy en Puebla de Josué y no de camino cómo el se cree. Ya que una joven bárbara ha decidido ponerse en contacto conmigo, para tratar algún tema de suma importancia. Sólo espero que esta tal Kali, no venga a traer más problemas a éste desdichado judío.



22 de Mayo del año de 1040 D.C


A la mujer de mi vida:

Ha pasado más de un año desde la última vez que estuve a tu lado. Más de un año desde que tus clareados cabellos se fueron de mi lado con aquél extraño aroma a jazmín que siempre tenían. Hoy faltan dos días para que haga un año que te perdí para siempre; un año desde que en medio de la plaza pública de Burdeos, un verdugo sarraceno te quitó la vida.

Desde entonces no hay día ni noche en que no sueñe contigo, no existe momento que deje de pensar ti. Te veo en cada recodo de mi camino, eres el alegre lucero que ilumina mis mañanas, la sutil musa que me inspira, eres Mariana el dulce tormento de mi corazón. Ver a nuestra hija crecer, ver su enorme parecido a ti, hace que se me claven en el corazón punzantes recuerdos. Pero junto la pequeña eso es lo que me queda de ti. Un pasado hermoso truncado en su apogeo, cuando era un tiempo dorado.

Mariana a cada paso de mi caballo, recuerdo cuando juntos observábamos mis feudos en busca de soledad. Cada rosada amapola me lleva a ver tus mejillas avergonzadas ante el primero de los bruscos halagos de un vizconde en una taberna de buena fama. El blanco lirio, trofeo de reyes, revive en mí el delicado cuerpo que tanto añoro. El volátil diente de león me provoca las lágrimas pues pienso en la lejanía y cuanto nos queda aún para volver a estar juntos eternamente. El canto del ruiseñor es vuestra voz a los oídos de éste cansado hijo de Yahvé que ye ama noche y día.

Amor mío, los dioses son envidiosos y el nuestro lo es más. Sin duda fui castigado, pues amarte por encima de Él, es la mayor de las blasfemias; adorarte por encima de Él rompe la tablas juradas en el Sinaí. Lo que Él no comprendió es que sin ti, mi vida perdió el sentido, que sólo me alivia el ojo por ojo y que no podré vivir en paz hasta que me llegue la muerte, odiándole a él tanto como a vuestro asesino. Blasfemo seré entre judíos, igual que perjuro soy entre los cristianos más no vivo por ellos, si no por tí.

Princesa mía, mientras me quede aliento en éste viejo cuerpo, debes de saber que nunca te olvidaré y que junto a nuestra hija, día a día iremos hasta el lugar donde reposa tu cuerpo y dejaremos parte de nuestro corazón para que te reconforte en forma de flor; mientras, ambos lloraremos por la vida perdida, por los sueños truncados,…y que venga la Parca o el Fin de los Días cuando deseen pues tan sólo queremos tenerte de nuevo a nuestro lado por siempre jamás.

Te amo con toda mi alma y así será por siempre.

Atte. Un judío triste en busca de la felicidad.

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Mensaje por Atenodoro 16/3/2009, 8:34 pm

24 de Enero del año de 1041 D.C


Hace meses que no escribo en el diario. La guerra con Almanzur se ha detenido pues mis ataques son baldíos pese a la cantidad de hombres que pierdo en cada uno de ellos. Soy como tantas veces he dicho, un gato arañando la coraza de un caballero; el resultado es perder las uñas y morirme por ello desangrado.

Los guerreros de Odín parecen no hacerle nada y los Dragones le han acogido en su seno. Además en mis fronteras han aparecido nuevos vecinos que no me dejan dormir tranquilo, menos cuándo Kali les ha atacado. Falquian, valeroso guerrero inmortal y uno de los más destacados dragones ha sustituido a mi apreciada Shaiya en las fronteras del Oeste. Así las cosas he ordenado a Ludovico que viaje a Cordoba a pactar una tregua con Almanzur, ya que mientras el ánimo de todos los Dragones sea susceptible de amenazar con la entrada de Falquian en mis tierras, prefiero detenerme.

¿Y porqué hago esto? Hace unos meses avasallé a una salvaje bárbara llamada Kali que procedía de las tierras del Norte. No se porqué pero su fiereza despertó nuevos sentimientos en mi corazón. Vestía a manera salvaje, con pieles y dientes colgados en collares, sus armas parecían oxidadas de sangre acumulada. No la amaba, de eso estaba seguro, pero tampoco tenía un sentimiento paternalista por ella. Era algo diferente a todo lo que había sentido jamás, y por eso mismo no dudé en hacerla mi compañera y protegerla.

El problema fue cuando decidió atacar a Falquian usando mi provincia como base. Me pilló de sorpresa y las tropas del guerrero ya estaban en mis tierras al instante. No corrió la sangre, simplemente colocó sus pendones en varios feudos de mis dominios. Y mi apreciada Kali, reina de los Lobos, logró evitar que aquellos fuese a más, pero había quedado claro que de haberse iniciado una guerra con él; estaba perdido.

Firmé la tregua con Almanzur, tras ensalzarnos mutuamente por nuestros combates. Aunque como siempre le dejé claro, nuestra amistad no podía existir mientras su pecado viviera en mi corazón. Y la tregua duraría tanto como durase la guerra de los Dragones con los guerreros de Odín.

Después de ese día, me fui al templo de Atenea que hacía años había sido abandonado. Me mantuve en vigilia durante siete días y siete noches, para salir de allí acompañado de dos sacerdotes de la vieja religión de mis antepasados. Acababa de dejar de ser judío para volver a ser el digno regalo de Atenea y para Atenea. Mi padre se sentiría orgulloso de verme renacido.
Sobre mi pequeña que decir…está tan hermosa como su madre. Cada día que pasa parece tener más tendencia al judaísmo que a cualquier otra fe. Me parece que es culpa de ese rabino que su madre me hizo acoger en la fortaleza, además parece que menosprecia a mi Casa constantemente comparándola con la de su madre. No me molesta que sea judía, sólo que eso la haga olvidar quién es su padre. Pero ese rabino que tantas veces he perdonado la vida, mejor se pudría en el Infierno. Además no mira con buenos ojos a Kali y Marianita le imita. Pero en el caso de mi pequeña lo comprendo en cierto modo Kali ocupa una pequeña parte del espacio que llenaba su madre, y después de todas las historias que le cuento en las noches a mi niña, Kali sólo le puede parecer lo más opuesto a esa madre que no conoció.


Finales del año de 1042 D.C


Hace tanto que no escribo que mis manos tiemblan de la emoción. Creo que la desaparición de Kali me consternó más de la cuenta. Se fue de manera tan misteriosa como había llegado y por ellos no he sabido los motivos que la impulsaron a dejar abandonado a este mísero hijo de los dioses. Un trovador al que preguntó Gwydre le dijo que se había quitado la vida con su espada cuándo un grupo de soldados dragones parecían perseguirla; otro dijo que murió degollada por su propia Guardia Personal cuándo les despidió …el caso es que quién parece haber sufrido por su pérdida soy yo. Parece cómo si todas las personas que quiero estén destinadas a un triste final.

Una de esas personas que quiero es Ludovico, quién ha partido a Atenas en busca de mi bastardo Wotan. El chico lleva allí meses preparándose para ser un buen hombre de dios. El problema es a que Dios se piensa entregar. Tantos dioses tienen sus progenitores y a tantos he adorado yo, que de imitarme acabará sin saber quién le juzgará en el mundo de los muertos.
Creo que nunca he hablado de este joven bastardo del que me siento tan orgulloso y que tanto amo. Principalmente porque Wotan, es mi único hijo varón. No será primogénito ni heredará más de lo que pueda darle. Mi padre no vería bien que un sucesor de la Casa principal fuera bastardo, así que en público jamás le he considerado como hijo. Sus riquezas serán las mismas que las que herede Ludovico. Además ambos puede decir que tienen el mismo origen con sus nombres de origen germano.

Wotan nació hace cerca de 15 años en Ciudad de la Furia, mi mismo lugar de nacimiento. Su madre era una hermosa mujer llamada Brunilda con la que ejercí mis derechos como señor, cómo lo llaman algunos. Aunque más bien me enamoré de ella y decidí tomarla, sin saber que se iba a casar en aquellos días. De haberlo sabido no la habría tocado o quizás nos habríamos casado, pero ella me amó tanto que calló su futura boda y luego nuestra relación, por eso nuestro pecado no transcendió.

Su padre murió en tiempos de las guerras de Sikarios con Flama de Fog. Era un valeroso oficial y siempre le había tenido a mi lado pues aquella cercanía me permitía saber de mí hijo y de Brunilda. Aunque con el paso de los años el amor de los dos se había apagado, ya que desde hacía mucho sólo en mi mente estaba mi amada, adorada y eterna prometida Mariana.

Como decía este valeroso general llamado Edmundo, murió en la batalla en la que el mismo Gwydre ganó renombre. Pero me sentí culpable por ello y aproveché la ocasión para acercarme a mi propio hijo, acogiéndolo a mi lado. Más nunca dejé de llamarle sobrino. Con el paso del tiempo, algunas personas vieron el parecido entre nosotros dos y comenzaron a correr rumores por la fortaleza. No quise que Mariana pudiera mal pensar de mí, por un pecado de juventud y decidí que Wotan tenía que ser educado en el monasterio de San Beren el Manco.

Cuándo cumplió doce años le envié a la casa del Archiduque Syric, un gran amigo, para que aprendiera el arte de la guerra con una persona alejada de grandes conflictos. Así pues llegó a las Asturias en donde yo mismo combatí en ocasiones a su lado. Teníamos pensado Syric y yo crearle una provincia al joven, para que allí comenzase a extenderse la Casa de Telamón por el mundo. Más quiso el destino que yo me tuviera que ir a mi fortaleza en Centroeuropa y mi hijo se fue a estudiar junto San Beren Erchanion a Atenas.

Y esa es la historia de mi hijo, de quién espero grandes proezas el día de mañana. No le llamaré nunca hijo ante el pueblo, pero estos sabrán que es un verdadero miembro de esta ilustre Casa cuándo salga de Ciudad de la Furia con el escudo de Oso azul. Además me lo llevaré a las Asturias para que juntos veamos como crece su futura heredad, después Marianita recibirá mi provincia si los dioses me son propicios.

Después me retiraré de este mundo con el mismo silencio con el que vine. A estos viejos huesos no les queda más por hacer que esperar su final y reencontrarse con su amada cuyo nombre no le ha dejado nunca de susurrar el viento, Mariana.


Carta de Atenodoro Telamónida al Mundo


Buenas a todo el mundo guaranpino, no quiero molestar a quienes no me conocen así que no es necesario que leáis esto:

Las siguientes letras están dirigidas a algunas personas en especial, no por ello otros muchos dejáis de tener valor para mí. Tengo un ramo de flores rojas como la bandera de la Casa de Telamón, dispuestas para honrar a tanta gente.

Con 16 añitos aparecí siendo cristiano en este mundo de guerra y desolación con la esperanza de aprender como sobrevivir, nunca jamás pensé que alcanzaría la edad de 31 años. Gracias a Dios tuve buenos maestros que me ofrecieron su ayuda a cambio de nada y me explicaron las cosas más elementales, pues debo reconocer que a día de hoy aún soy un aprendiz. Por ello coloco dos flores en dos tumbas: Matador Viejo y Papaloukas; el primero glorioso luchador de La Ciudadela y el segundo ingenioso cristiano que me hizo un gran regalo antes de morir.

A El Enviado le doy las gracias por ser mi primer señor, no podré olvidarlo aunque nuestros caminos se separasen pronto. Quizás fue mi error no preguntaros el porqué me desavasallarais, pero por entonces desconocía algunas de las cosas que suceden entre culturas. Os pido perdón.
Mi vida prosiguió y en ella conocí a nuevas gentes con las que compartir la vida, Alvhia de Haubsg, cuya hija Aitana siempre he intentado que contase con mi ayuda. Espero que en el futuro la sangre de Matador y de Alvhia ligada a la de Sir Alex y Carlos Martel; sea amiga de esta Casa.

Cómo no, agradecer al Santo Padre Beren Erchanion su serenidad y constancia; su saber soportar a este vasallo que siempre le insistió que se lo pensase dos veces antes de acogerle bajo su mano. El más viejo de cuántos vasallos has tenido, me parece que se debe una conjunción de factores entre ellos el factor suerte. Aún así debo reconocer que os aprecio y admiro, que mis pasos intentan aproximarse a los tuyos pero no lo consigo. Debo decirte Obispo de Roma que antes de Dios la Casa de Erchanion. Y esta casa la formamos todos esos vasallos de renombre a los que has acogido, de lo que me atrevo a recordad al Archiduque Syric el mejor de cuántos cristianos han poblado este mundo y no dudaría en entregar mi vida por vos si fuese menester. Recordaré también a Don Quijote no sólo por su locura sino por su cordura; a Majencio de Markiv por su honestidad y ser heredero de Valentiniano; a todos los vasallos de Beren, simplemente por el hecho de ser vasallos de Beren.

Recuerdo con pesar cuando mis tierras fueron vilmente saqueadas en aquellos tiempos tan tormentosos de guerras gremiales. Recuerdo como un demonio llamado DECKER asoló mis feudos aprovechando que yo no estaba en ellos; pequé de inocente y por no saber una ley fundamental para quienes tanto llevaban viviendo perdí casi todo lo que tenía.

Busqué venganza entre quienes padecimos el azote del saqueador, pero entre ellos solamente yo era quien aún poseía algo. Valentiniano, hombre justo que no mereció su fin, me alegra que tú te halles en los cielos y nuestro enemigo común en los Infiernos.

Una fría tarde llegó un mensaje acompañado de un jinete negro como la noche. Las manos huesudas y en ellas se enmarcaban una venas negras como sus ropas. Traía un mensaje de la MUERTE, en el que se me pedía ayuda. Conocí allí a varias personas que merecían la pena, personas a las que consideré camaradas (Lord Uther, Sir Leal) y por ello así fue como acabé siendo parte de Sikarios tras eliminar a nuestro objetivo común. A todos los que maté en esta época o a los que les arrebaté algo; les pido perdón. No fueron muchos, pero los suficientes como para sentirme culpable.

Luego en mi peregrinar en busca de conocimiento conocí a unas de las mejores damas de las que puede presumir Guaranpis: Eudora de rojos cabellos, que cegaba mi vista cuando me servía las cervezas más dulces que he tomado jamás; Marina de negro burka, que me quieres tanto aunque no lo escondas con rechazos; y por supuesto estáis vosotros, Markus, Dunadan y Sir Black(siento ponerlo en mayúsculas pero te quedaría mejor) las cervezas no son lo mismo sin hombres con quienes comentar las hazañas, sin comentarios mordaces, o sin poder decirle a otro que estás masacrando campesinos…

Anduve más tabernas y te conocí a ti. La luz de mi vida, la luz de un cristiano perdido en su propia lascivia. Gloriosa taberna de Odín en la que te vi por primera vez de la mano de otro, pero sabiendo que Eros me había asaeteado. Gracias a Aitana que te invitó a la mejor taberna de cuántas existen pude conocerte más y enamorarme de ti. Mariana, la eterna prometida, la madre de mi prole, la vasalla de Leobardo, adversario al que quise. Fuiste mi norte y mi sur, por ti dejé al Dios de mi madre y oré al de los judíos. Más el destino nos separó con tu muerte. Don Pío, valiente rey caído en manos de su mismo asesino; William, poderoso señor que la desgracia con tantos amigos llevó.
Cuántos odines buenos conocí: Fistan, Shaiya, Porto,…entre los Dragones, Almanzur monstruo de la guerra, dos afortunados nos fuimos a ver frente a frente; un honor conocerte. Pero nuestra guerra debe continuar cuando ningún gremio se entrometa.

Entre los judíos en los que me integré conocí al más lujurioso, al más audaz, a los más laboriosos y a los más infames. El primero por supuesto es BlackJack sin él las Navidades serían diferentes y el trío divino no serían divinales mujeres; el segundo es Petrossian, a cuya muerte no pude escribir una elegía, disculpadme por ello en donde estéis. El tercero es Witiza, algún día llegarás lejos, trabajas mucho y cumples tus palabras, alabado seas y espero que me sigas prestando el dinero. Shylock judío incalificable pero positivamente, te deseo que algún día llegues a emperador. En cuanto a los infames, no los nombraré pues la lista es larga. PREPAGO, tenemos un asunto pendiente para la próxima vida…un préstamo.

Después llegó mi vida de bárbaro, el descubrimiento de los dioses de mi padre cuando menos lo quería. Tuve mi primera vasalla antes del cambio, Kali, y durante un breve período descubrí la felicidad de nuevo. Más no quisieron los dioses que renaciese en mí la llama de la esperanza y se la llevaron tan misteriosamente como llegó. Entre los bárbaros hallé uno llamado Ovetus que se merece gran respeto, simplemente por el nombre que ostenta.

Desde entonces no he tenido más tiempo para disfrutar de la vida buscar un vasallo a quien enseñar algo, pedirle consejos a Eunilda y ofrecerme a ayudar a su joven Jabato. Mi único sueño ha sido conquistar las tierras de la Cordillera Cantábrica, esas maravillosas tierras que llaman Asturias para morir en ellas. Tristemente moriré en Bergen en la casa de Marina, por lo que mi descendencia tendrá mucha labor que continuar.

Sin más me despido de todos.

Ha sido un placer haber vivido tanto…pero mayor es el placer del trabajo bien hecho. Os veré a todos en la otra vida.

Que los dioses sean clementes y perdonen mis pecados.

Atte.

ATENODORO

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